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Yom Kippur 5786

  • Foto del escritor: Rabbi Skorka
    Rabbi Skorka
  • 28 sept
  • 3 Min. de lectura
Foto de Unsplash
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Cuando el Templo de Jerusalem se hallaba en pie, el ritual que debía realizarse en Yom Kippur tenía dos figuras centrales y dos lugares específicos. Por un lado, el Sumo sacerdote y sólo él se hallaba calificado para ofrecer los sacrificios que debían ofrendarse y sólo él podía entrar en aquel día en el Santo-Sanctorum para elevar una columna de incienso para Dios delante del Arca de la Alianza (Levítico 16:12-13). La Mishnah (Yoma 1:1) enseña que debía designarse un Sumo sacerdote reemplazante por si algún percance ocurría con el que estaba en funciones.


El otro personaje que ocupaba un lugar central en los rituales era el hombre que debía asignarse con un día de antelación (b. Yoma 66b) a fin de llevar al chivo emisario, en el que se concentraban las impurezas de las trasgresiones del pueblo, para ser arrojado desde un peñasco en el desierto (Levítico 16:21, b. Yoma 67a). Estas acciones, básicas del ritual que se seguía en el Templo de Jerusalem, sólo podían realizarse individualmente, no en conjunto con otros.


El lugar purificado era el Templo, los habitantes y sus ciudades. El sitio donde se despedazaba el chivo emisario era el desierto, donde todo muta constantemente, donde no es posible plantar un árbol ni sembrar, ni puede perdurar el rastro del paso humano en él. 

El simbolismo del chivo emisario puede interpretarse como que Dios ayuda a los individuos en el día de Kipur a modificar sus malas acciones y expulsarlas hacia un sitio lejano e inhabitable. Una proyección de este concepto para nuestros días podría ser la destrucción masiva de drogas, armas y demás elementos que degradan la existencia y el transporte de los desechos degradados hacia un lugar lejano e inaccesible.


El segundo simbolismo se halla en el hecho que las acciones deben ser realizadas por un único individuo, de donde resulta que el proceso de purificación que era presenciado por multitudes (m. Avot 5:5), debía despertar un desafío en cada uno de los asistentes que podía reflejarse en el Sumo sacerdote y el enviado con el chivo expiatorio al desierto. Una sociedad madura no se constituye meramente por masas, sino por individuos comprometidos con la justicia, equidad, misericordia y piedad. El ideal bíblico es una sociedad de profetas (Números 11:29).


La esencia de Yom Kippur es alcanzar un estado de pureza. La misma se encuentra relacionada en la Biblia Hebrea con la vida, pues la fuente de la impureza es el cuerpo sin vida (Números 19). En Ezequiel 36:25-26 se halla una explicación profunda acerca del

sentido de la pureza: “ Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras impurezas; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.  Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”


Un corazón que no siente, es cual si fuese de piedra, cual si no tuviese vida. Si bien la Biblia y la literatura rabínica presentan muchas normas acerca de aquello que impurifica al individuo y los rituales que deben seguirse para alcanzar la pureza, las palabras del profeta revelan la quintaesencia de los mismos. Cuando alguien se encuentra junto a un cadáver, algo en su ser se paraliza, no puede volver a vivir en plenitud. El proceso de purificación son rituales que ayudan al individuo a volver a la vida para servirla en plenitud.


La muerte no es un ideal en la Biblia Hebrea. En el libro de los Salmos (118:17) leemos:  “No moriré; más viviré para proclamar las obras del Señor.”, y en 115:17: “No son los muertos los que loarán a Dios, ni los que yacen en el sepulcro. Pero nosotros loaremos a Dios, desde ahora hasta la eternidad”. Es a través de la vida vivida con un corazón de carne que se honra a Dios.


El Talmud relata que uno de los días más alegres en el Israel de antaño era Yom Kippur, pues en él los jóvenes y las doncellas salían bailando en los viñedos en donde podían enamorarse  (b. Taanit 26b). Después de la experiencia de búsqueda de la pureza en el día Kippur, los corazones de los jóvenes se hallaban predispuestos al amor.


El mundo de nuestros días se encuentra ensombrecido por la violencia y el odio. Hay muchos que glorifican la muerte, desprecian la vida. Las guerras y la miseria alejan la dimensión de la pureza de la existencia. El día de Kippur permanece incólume en la liturgia y tradición judía, al igual que la esperanza de la concreción universal de su mensaje. 


Jatimá Tová

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