Pesaj (Pascua) es una de las festividades cuya celebración por parte del pueblo de Israel se encuentra prescripta en la Biblia. Se deben observar múltiples reglas. Ningún alimento que contenga harina leudada puede ser ingerido o poseído durante los días de la celebración. En su lugar, se usará pan no leudado para recordar el pan de aflicción que comieron los israelitas cuando salieron de Egipto (Deuteronomio 16:3). También se debe ofrecer un cordero en la víspera de la celebración, que se ingiere con hierbas amargas (Éxodo 12:8) en una comida familiar. Por supuesto, los corderos de Pascua no han sido sacrificados desde la destrucción del Templo en Jerusalén por los ejércitos romanos. Como toda tradición viva, la observancia de Pesaj siempre se ha adaptado a los nuevos tiempos.
Durante esta comida los padres deben explicar a sus hijos la historia de cómo Dios rescató a los Benei Israel (Hijos de Israel) de su esclavitud. La importancia de esta instrucción particular se enfatiza al ser repetida cuatro veces en la Torá (Éxodo 12:26; 13:8, 14; Deuteronomio 6:20). Según la interpretación rabínica (Mekhilta d´Rabbi Yishmael en Shemot 13:14; y.Pesachim 10:4-70b), estas cuatro citas refieren a cuatro tipos de niños: sabios, rebeldes, ingenuos y aquellos que no saben cómo hacer preguntas. La comida de Pesaj, que se celebró por primera vez en Egipto y desde entonces se celebra ininterrumpidamente en los hogares judíos, debe servir de marco para enseñar a los jóvenes la importancia de la libertad. Es una ocasión muy significativa para impartir valores que han de ser de por vida, en sus mentes y corazones.
El Talmud (b. Pesachim 116a) establece las preguntas que los hijos deben hacer a sus padres y las respuestas que se les deben dar. Es un currículo educativo que se implementará en la cena de Pesaj. Si solo hay dos sabios celebrando alrededor de la mesa, uno debe hacerle las preguntas mencionadas al otro. La lección nunca se aprende por completo, cada año requiere una revisión.
El significado de Pesaj, que las personas deben ser libres si quieren alcanzar su plena dignidad y desarrollar todo el potencial que Dios les ha dado, es uno de los axiomas fundamentales de las Escrituras. De los capítulos primero y segundo del libro del profeta Amós, así como de los textos de los demás profetas hebreos, aprendemos que el Dios de la Biblia exige justicia y paz de todos los pueblos y naciones, y estas sólo se logran en una realidad de libertad. La culminación de este proceso de búsqueda de entendimiento entre todas las familias humanas se describe en Isaías 2: 1-4 y en Miqueas 4: 1-5, un mundo en el que una nación nunca levanta la espada contra otra y nadie se entrena más para la guerra. Este sería un mundo redimido con la ayuda de Dios y el esfuerzo de la humanidad.
Claramente, esa realidad aún no ha aparecido. Los conflictos siguen multiplicándose en el mundo. Los líderes parecen divertirse usando personas y recursos como peones en un tablero de ajedrez de juegos de poder. Los seres humanos mueren, reaparecen viejas y brutales estrategias destructivas, y tanto las víctimas como quienes presencian impotentes la devastación se preguntan con enorme angustia: ¿cuándo y cómo terminará esta pesadilla?
La historia de la Pascua de la liberación de los Hijos de Israel de la esclavitud no termina con su partida al desierto. Esta fue solo una condición previa para el segundo y más importante paso, el de entrar en pacto con Dios en el Monte Sinaí y la promesa de que observarían los mandamientos y normas de la Torá que recibió Moisés. Sin ley no hay libertad, y una ley sin misericordia es simplemente otra forma de esclavitud. Para la Biblia, el pacto de la Tora entre Dios e Israel es lo que trae la verdadera vida (Deuteronomio 30).
Estos temas, por supuesto, han sido retomados en el cristianismo. Según el Nuevo Testamento, la Última Cena de Jesús ocurrió en el tiempo de la Pascua, la noche antes de su muerte. Las palabras de Jesús durante aquella cena del pan y el vino, y su petición de que sus compañeros continúen teniendo tales comidas en su memoria (Lc 22,19; 1 Cor 11,25), son el origen de la Eucaristía cristiana. De hecho, en el Servicio de Vigilia Pascual, una oración llamada Exultet cuenta la historia cristiana de la redención de la humanidad, hablando de la muerte y resurrección de Jesús como su Pascua. En esta visión cristiana, la “Pascua” de Jesús hizo posible una relación de alianza entre Dios y toda la humanidad. Las naciones en tinieblas han venido a la luz (p. ej., Lucas 2:32) y han recibido nueva vida (Romanos 6:3-4).
La historia de Pesaj, que nosotros, judíos y cristianos, transmitimos de generación en generación en nuestras formas distintivas, contiene la esencia de lo que Dios espera de las personas en su vida terrenal. Señala el significado mismo de nuestra existencia. A pesar de las muchas sombras del pasado y del presente que recordamos, también debemos tener presentes las luces que nos guían. Estos son los momentos de iluminación que podríamos entender como intervenciones de Dios en la historia. Tengamos esto presente durante las celebraciones de Pesaj y Pascua, que este año vuelven a tener lugar en la misma semana. Que el Eterno nos bendiga para que podamos seguir dando testimonio de la visión de Dios para la humanidad, entendiendo que las intenciones de Dios no son ilusorias sino que inevitablemente se cumplirán.
Abraham Skorka Georgetown University, Washington DC
Publicado en L'OSSERVATORE ROMANO
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