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  • Foto del escritorRabbi Skorka

Una celebración en la oscuridad

Le Biblia (Éxodo 13:8) le prescribe al pueblo hebreo a narrar a sus hijos la historia de la esclavitud y liberación de los ancestros de la tierra de Egipto. Dicha narración es parte de una cena especial en la que hay múltiples símbolos que refieren a aquella gesta y que se celebra al inicio del 15 de Nisan, día en el cual abandonaron Egipto, donde se realizó esta cena ritual por primera vez.


Cada generación de judíos tiene la misión en esa noche de analizar junto a sus hijos algunos aspectos del presente sobre los que se puede echar luz releyendo los relatos bíblicos de la esclavización y liberación. Hay un texto rabínico que hace muchos siglos se viene utilizando como guía y estudio para esta ocasión, la Hagadah. Al meditar acerca de qué parte del relato he de comentar especialmente en éste Pesaj junto a los míos, vino a mi mente el tema de las plagas que Dios envió sobre los egipcios. Probablemente la pandemia sufrida me conllevó a detenerme en este punto.


Tanto en la literatura del Talmud y del Midrash, así como los exégetas del Medioevo y de los tiempos más cercanos (Issachar Jacobson, Binah BaMikra, Ed. Sinai, Tel Aviv, 1955, pags. 67-70), se debatieron por comprender el sentido y el mensaje de las plagas. Ellas no deben ser vistas meramente como un castigo de Dios al Faraón y a su pueblo, sino que tuvieron un mensaje en sí mismas. La primera de las plagas, las aguas de Egipto convertidas en sangre, puede entenderse recordando la norma del Faraón de echar al Nilo a todos los niños varones hebreos recién nacidos (Éxodo 1:22). El mensaje es claro: La sangre vertida es imposible de ser borrada.


Por otra parte, el texto bíblico mismo nos revela que uno de los propósitos de Dios al enviar las plagas fue mostrar a todas luces la necedad de servir a las deidades (Éxodo 12:12)


Los dramas del siglo XX y del presente nos permiten descubrir cierta relación sutil entre los mismos y el relato bíblico de las plagas. Cuando Eugène Ionesco, uno de los grandes creadores del Teatro del Absurdo presentó Rhinocéros en 1958, relatando cómo los habitantes de todo un pueblo se transforman en rinocerontes, aludía a la metamorfosis –usado en el sentido más kafkiano- de una sociedad que cambia sus valores al adherirse sus miembros a uno de los totalitarismos más nefastos. Esta obra se relaciona en mi mente con la cuarta de las plagas: La invasión de animales a las casas y lugares públicos de los egipcios. Tal vez, esos animales los envió Dios a fin que ellos reconozcan la bajeza de su comportamiento como humanos.


La Peste de Albert Camus (1947) con sus diferentes interpretaciones me hace reflexionar en la multiplicidad de mensajes que habrá tenido la quinta plaga para los egipcios, al igual que para nosotros en esta pandemia.


La realidad del presente me lleva a meditar en la novena plaga, la oscuridad (Éxodo 10:21-23). El presente con sus conflictos armados, mezquindades y delirantes ambiciones se halla sumido indudablemente en una profunda oscuridad en la cual, tal como ocurrió en Egipto, “uno no ve a su hermano” (ibíd. 10:23)


La Biblia le prescribe al pueblo judío imbuirse de un espíritu de alegría en las festividades (Deuteronomio 16:14), que debe ser tan fuerte que aquel que se encuentra sumido en luto debe dejar de lado toda manifestación externa del mismo (b. Moed Katan 14b). Pero la alegría aludida en el referido versículo es la que se profesa delante de Dios (Deuteronomio 16:11). La alegría que sabe del real regocijo del espíritu, aquella que se comparte con familiares, amigos, el prójimo y con Dios, escasea en nuestra realidad mundial presente. Pero con la llegada de las celebraciones, destellos de la misma iluminan nuestras vidas y encienden esperanzas.


Fue en una cena pascual en la que Jesús reveló a sus discípulos su reinterpretación de la historia de Pesaj, del sentido de redención que se encuentra en ella como elemento central. Fue en ella en la cual cimentó una de las bases del Cristianismo.


Tanto judíos como cristianos albergamos la esperanza de que un mundo mejor es posible y compartimos el compromiso de esforzarnos para su logro. Pese a la oscuridad imperante las luces de Pesaj y Pascuas seguirán brillando en nuestros hogares y corazones.



 

Publicado en L'OSSERVATORE ROMANO

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